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¿Cómo vivir con 24 horas al día?

  • Arnold Bennett
  • 1 nov 2015
  • 9 Min. de lectura

Perdidas: en algún sitio entre la salida y la puesta del sol, dos horas doradas, cada una engastada con sesenta minutos de diamante. No se ofrece recompensa, porque se fueron para siempre.

Simon Potter


Se ha dicho que el tiempo es oro. Ese proverbio expone inadecuadamente el caso. El tiempo vale mucho más que el dinero, generalmente. Sin embargo, aunque tuviera la riqueza de la realeza, no podría comprar un minuto más del tiempo del que yo tengo o del que tiene el gato que está junto a la chimenea.


Los filósofos han explicado el espacio, pero no han explicado el tiempo. No obstante, éste es la materia prima inexplicable de todo. Con él, todo es posible; sin él nada lo es. El abastecimiento de tiempo es en verdad un milagro cotidiano, un asunto genuinamente sorprendente cuando lo examinamos. Despierta por la mañana ¡y he aquí!, ¡su monedero se llena mágicamente con veinticuatro horas del tejido intacto del universo de su vida! Es suyo. Es la posesión más preciosa. Sin embargo, nadie puede quitársela, no se le puede robar. ¡Nadie recibió ni más ni menos de lo que usted recibe!

¡Es una democracia ideal! En el reino del tiempo no hay aristocracia de riqueza ni del intelecto. El genio nunca es recompensado ni siquiera con una hora extra al día. Y no hay castigo. Desperdicie su posesión infinitamente preciosa tanto como lo desee y aun así el abastecimiento no disminuirá. Ningún poder misterioso te dirá: “Eres un tonto. No mereces el tiempo y se te dosificará.” Tampoco puede hacer uso del futuro. ¡Es imposible endeudarse! No puede desperdiciar el mañana; se lo tienen reservado. No puede desperdiciar la siguiente hora; se la tienen guardada.


Hay que vivir estas veinticuatro horas de tiempo diario. De ellas hay que obtener salud, placer, dinero, felicidad, respeto y la evolución de su alma inmortal. ¡Resulta extraño que las revistas y los periódicos, tan emprendedores y actualizados, no estén llenos de “Cómo vivir con un determinado ingreso de tiempo”, en lugar de “Cómo vivir con un determinado ingreso de dinero.”! El dinero es mucho más ordinario que el tiempo.


Si no podemos lograr vivir con cierto ingreso de dinero, ganamos un poco más o pedimos prestado o, quizá, incluso lo robamos. Sin embargo si no podemos hacer los arreglos necesarios para que un ingreso de veinticuatro horas al día cubra con exactitud todos los gastos de tiempo adecuados, hacemos que nuestra vida sea una ruina.


¿Quién de nosotros vive veinticuatro horas al día? Cuando digo “vive”, no me refiero a existir ni a irla pasando. ¿Quién de nosotros está libre de esa sensación de intranquilidad porque los “departamentos de grandes gastos” de su vida cotidiana no son manejados como debería ser? ¿Quién de nosotros ha dicho, año tras año, “arreglaré esto o aquello cuando tenga un poco más de tiempo”?

Nunca tendremos más tiempo. Tenemos y siempre hemos tenido todo el tiempo que hay disponible. Es la compensación de esta verdad profunda y desatendida que, por cierto no es un descubrimiento mío, lo que me hizo examinar cómo gastamos nuestra dotación de tiempo diario.


“Todas mis posesiones son sólo por otro momento de tiempo”

Reina Isabel I


Existe un grupo innumerable de almas que están obsesionadas dolorosamente con la sensación de que los años pasan, pasan y pasan y ellas no han podido poner sus vidas en el orden adecuado.


Si analizamos profundamente ese sentimiento, lo percibiremos principalmente como una sensación de intranquilidad, de expectativa, de anhelo, de aspiración e incluso en nosotros mismos, veremos que brota la idea fija de que debemos hacer algo además de esas cosas que leal y moralmente estamos obligados a hacer.


De acuerdo con varios códigos escritos y no escritos, estamos obligados a mantener a nuestras familias y a nosotros mismos, sanos y con comodidad, a pagar nuestras deudas, a ahorrar, a prosperar más incrementando nuestra eficiencia. ¡Una tarea bastante difícil! ¡Una tarea que muy pocos logran desempeñar! ¡Una tarea que frecuentemente está más allá de nuestra habilidad! Incluso cuando comprendemos que la tarea está fuera del alcance de nuestra habilidad, que nuestra capacidad no puede realizarla, sentimos que estaríamos menos descontentos si diéramos a nuestra capacidad, ya demasiado agobiada, algo más que hacer. Ésa es en verdad la realidad. El deseo de lograr algo fuera del horario normal es común es todos los seres humanos que, en el curso de la evolución, han superado cierto nivel.


Hasta que hagan un esfuerzo para satisfacer su deseo, la sensación de esperar con intranquilidad que empiece algo que no ha empezado continuará turbando la paz del alma. Ese deseo ha recibido muchos nombres. Es una forma del deseo universal de conocimiento. Es tan fuerte que muchas personas que han dedicado sus vidas a la adquisición sistemática de conocimiento han sido conducidas por dicho deseo a sobrepasar los límites de su programa en busca de más conocimiento.


¿Ahora que he logrado, si es que lo logré, persuadirlo para que admita que ante usted mismo que está constantemente obsesionado por una insatisfacción contenida al respecto a su propio arreglo para con su vida cotidiana; y ahora que lo convencí acerca de que la causa principal de esa insatisfacción inconveniente es la sensación de que todos los días deja algo sin hacer, lo cual le gustaría hacer, y que en realidad siempre espera hacer cuando tenga “más tiempo”, puesto que ya tiene todo el tiempo que hay?

Tal vez piense: “este hombre me mostrará un camino fácil y descansado para hacer lo que en vano he deseado hacer durante mucho tiempo.” ¡Qué pena, no! El hecho es que no hay un camino fácil, no hay camino amplio y cómodo. El camino hacia La Meca es sumamente arduo y escarpado y lo peor es que nunca termina por llegar después de todo.


El punto preliminar más importante en la tarea de arreglar nuestra vida plena y confortablemente dentro de nuestro presupuesto diario de veinticuatro horas, es la comprensión tranquila de lo extremadamente difícil de esta tarea, de los sacrificios y del esfuerzo sin fin que ésta exige.


Si imagina que podrá alcanzar su ideal planeando ingeniosamente un horario con una pluma sobre un pedazo de papel, es mejor que se dé por vencido de inmediato. Si no está preparado a recibir desalientos y desilusiones; si no se sentirá satisfecho con un resultado pequeño a cambio de un esfuerzo grande, entonces no comience. Recuéstese de nuevo y continúe en el sueño ligero al que llama existencia.


¿Acaso no es muy triste, deprimente y sombrío? Sin embargo, considero que también es excelente esta necesidad de la preparación tensa de la voluntad, antes de poder algo que valga la pena. Siento que es lo que nos diferencia del gato que está en la chimenea.

Usted dirá: “Bueno, asuma que estoy preparado para la batalla. Asuma que he sopesado cuidadosamente y comprendido su martillantes comentarios, ¿cómo empiezo?”, simplemente empiece. No existe un método mágico para comenzar. Si un hombre que se encuentra de pie al borde de una piscina y saltar al agua fría y le preguntará: “¿Cómo empiezo a saltar?”, usted respondería simplemente: “Sólo salte. Controle sus nervios y salte.”


La principal belleza del abastecimiento constante de tiempo es que no puede ser desperdiciado con anticipación. El año próximo, el día siguiente, la hora siguiente lo esperan, tan perfectos y completos como si nunca hubiera desperdiciado o utilizado mal un solo momento en toda su vida. Puede dar vuelta a una nueva hoja cada hora, si lo desea. No tiene objeto esperar hasta la próxima semana o hasta mañana.


Cuídese de no llevar a cabo demasiadas cosas al principio. Conténtese con poco. Considere los accidentes. Tenga en cuenta la naturaleza humana, en especial la suya.


Un fracaso en sí no importaría, si no representara una pérdida de la autoestima y de la confianza en uno mismo. Sin embargo, así como nada triunfa como el éxito, tampoco nada fracasa como el fracaso. La mayoría de las personas que están arruinadas lo están arruinadas por intentar demasiado. Por lo tanto, al iniciar la empresa de vivir plena y confortablemente dentro de los angostos límites de veinticuatro horas al día, evitemos a cualquier costo el riesgo del fracaso temprano.


Por lo tanto, empecemos a examinar el presupuesto del tiempo diario. Usted dice que su día ya está totalmente lleno. ¿Cómo? ¿Cuánto tiempo en realidad dedica a ganarse la vida? ¿Tal vez siete horas en promedio? ¿Y al sueño real, siete? Y sin pensarlo mucho, ¿qué hace las ocho horas restantes?

En el caso de una persona que trabaja en una oficina de nueve a cinco, y que dedica cincuenta minutos por la mañana y por la noche a viajar entre la casa y la oficina, que es más o menos el promedio. Por supuesto que hay personas que tienen que trabajar más horas para ganarse la vida, pero también hay otras que no tienen que trabajar tanto.


Por fortuna, el lado financiero de la existencia no nos interesa aquí. Para nuestro propósito, el dependiente de la tienda de comestibles es exactamente tan acomodado como el millonario. El gran error profundo que comente este ejemplo típico en relación con su día es de actitud general, un error que daña y debilita dos terceras partes de su energía e intereses. En la mayoría de los casos, no siente precisamente una pasión por su trabajo; en el mejor de los casos, no le desagrada. Inicia sus funciones de trabajo cotidianas de mala gana, tan tarde como le es posible, y las termina con alegría, tan temprano como puede. Y mientras trabaja, su maquinaria rara vez funciona al máximo.


Sin embargo, a pesar de esto, insiste en considerar esas horas de nueve a cinco como “el día”, ante las cuales, las nueve horas precedentes y las siete que le siguen no son otra cosa que un prólogo y un epílogo.


Esta actitud general es completamente ilógica y poco sana, puesto que principalmente da la prominencia central a una parte del tiempo y a un puñado de actividades, con la idea de “alcanzar la meta” y “terminar”. Si hacemos que dos terceras partes de nuestra existencia estén subordinadas a una tercera parte, por la cual admitimos no tener en absoluto un gusto ferviente, ¿cómo podemos esperar vivir plena y totalmente? No podemos.


Estudiemos un día común. Para hacerle justicia, debo decir que desperdicia muy poco tiempo antes de salir de casa por la mañana. Sin embargo, tan pronto como cierra la puerta principal, sus facultades mentales, que son incansables, se tornan indolentes. Viaja al trabajo en una especie de coma mental, luchando entre el tráfico y la humanidad. Finalmente, llega a su centro de trabajo, alrededor de las nueve. A mitad del día, tiene nominalmente una hora, que dedica a comer menos de la mitad de ese tiempo.


A las cinco cuando sale del trabajo. Está pálido y cansado. Durante el viaje a casa aumenta gradualmente la sensación de cansancio. Dicha sensación cubre los suburbios como una nube virtuosa y melancólica. No come inmediatamente después de llegar a casa. No obstante, después de una hora aproximadamente, decide que puede sentarse y alimentarse un poco. Después visita amigos, juega a las cartas, hojea un libro, nota que la vejez se está apoderando de usted, sale a caminar. (No puedo imaginar que tan larga podría ser la lista de acciones derrochadoras con tantas atracciones, tales como la televisión y el internet).


Al fin, son las once y cuarto. ¡Es hora de pensar en irse a la cama! Por fin se mete de bajo las sábanas, exhausto por el trabajo del día. Han transcurrido seis horas, o quizá más, desde que salió del trabajo, las cuales se fueron como un sueño, como magia, ¡se fueron inexplicablemente!


Este es un caso muestra totalmente. Sin embargo, usted dice: “Es muy fácil hablar. No obstante, uno se cansa. Uno debe ver ocasionalmente a los amigos. Uno no puede estar siempre en acción.” Así es. Pero, por ejemplo, cuando hace arreglos para ir al teatro, ¿qué sucede? No se detiene ante nada para arreglarse muy bien y parte. Olvidó a los amigos y la fatiga y la noche le parece exquisitamente larga. ¿Puede negar que cuando espera algo definitivo en la noche, algo en lo que empleará toda su energía, este pensamiento proporciona a todo el día un brillo y vitalidad más intensa?


Sugerencia. A las seis afronte los hechos y admita que no está cansado, porque no lo está y lo sabe, y que arregle su velada de tal manera que no se interrumpa a la mitad debido a una comida. Cene más temprano esa noche. Al hacer lo anterior tendrá un tiempo libre de al menos tres horas. No se sugiere que debe emplear las tres horas cada noche de su vida en utilizar su energía mental, pero si para comenzar podría emplear una hora y media cada dos noches en un cultivo importante y consecutivo de la mente. Le quedarán tres noches para dedicarlas a los amigos, al tenis, a la lectura ocasional, a tocar un instrumento musical, etc. Tendrá también esa gran riqueza de sesenta y nueve horas, entre las 5 p.m. del viernes y las 9 a.m. del lunes.


Recuerde que al principio esos noventa minutos nocturnos tres veces a la semana deber ser los minutos más importantes de los diez mil ochenta a la semana. Y una vez que haya decidido llevar a cabo cierta tarea, efectúela a toda costa sin importar el tedio y el desagrado. La seguridad en usted mismo que obtendrá al haber logrado una labor tediosa es inmensa.


Por último, al elegir las primeras ocupaciones de esas horas de la noche, guíese sólo por su gusto y su inclinación natural. Es bueno ser una enciclopedia andante de filosofía, pero si no le agrada la filosofía y sí le gusta la historia natural del clamor de la calle, es mucho mejor dejar en paz la filosofía y estudiar el clamor de la calle.


¡Hágase tiempo cada día para buscar oportunidades justamente donde está ahora y a disfrutar los milagros que pronto tendrán lugar en su vida!



 
 
 

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