La Perseverancia se Puede Aprender
- Abraham Castillo
- 28 ene 2016
- 3 Min. de lectura

La perseverancia es un estado mental y, en consecuencia, se puede cultivar. Como todos los estados mentales, la perseverancia se basa en causas definidas, entre las que se encuentran las siguientes:
Definición de propósito. Saber lo que uno quiere es el primer paso, y quizás el más importante hacia el desarrollo de la perseverancia. Una motivación lo bastante fuerte nos fuerza a superar muchas dificultades.
Deseo. Resulta comparativamente fácil adquirir y mantener la perseverancia en persecución del objeto de un deseo intenso.
Confianza en sí mismo. Creer en la capacidad propia para llevar a cabo un plan le estimula a uno a conseguirlo con perseverancia.
Definición de planes. Los planes organizados, aun cuando sean débiles y poco prácticos, estimulan la perseverancia.
Conocimiento exacto. La perseverancia se ve estimulada por el hecho de saber que los planes de uno son sanos y que están basados en la experiencia o en la observación; «suponer» en lugar de «conocer» destruye la perseverancia.
Cooperación. La simpatía, la comprensión y la cooperación armoniosa con los demás tienden a desarrollar la perseverancia.
Fuerza de voluntad. El hábito de concentrar los pensamientos propios en la construcción de planes destinados al logro de un propósito definido conduce a la perseverancia.
Hábito. La perseverancia es el resultado directo del hábito. La mente absorbe y se convierte en una parte de las experiencias diarias de las que se alimenta. El temor, que es el peor de todos los enemigos, se puede curar con toda efectividad por la repetición forzada de actos de valor. Todo aquel que haya luchado en una batalla (en diferentes aspectos) lo sabe muy bien.
Antes de abandonar el tema de la perseverancia, haga un inventario de sí mismo y determine en qué aspecto particular, si es que hay alguno, le falta esta cualidad esencial. Mídase a sí mismo con valentía, punto por punto, y determine cuántos, de los ocho factores de la perseverancia, le faltan. El análisis puede conducirle a descubrimientos que le proporcionarán una nueva comprensión de sí mismo.
Aquí encontrará a los verdaderos enemigos que se encuentran entre usted y un logro notable. No solo hallará los «los síntomas» que indican una debilidad de la perseverancia, sino también las causas subconscientes profundamente arraigadas de esta debilidad. Estudie la lista con sumo cuidado y mírese a sí mismo con honestidad si desea realmente saber quién es usted, y qué se ve capaz de hacer. Éstas son las debilidades que deben dominar todos aquellos que acumulan riquezas:
Fracaso a la hora de reconocer y determinar con claridad y exactitud qué es lo que desea.
Dilación, con o sin causa. (Por lo general, apoyada por una serie de justificaciones y excusas.)
Falta de interés para adquirir conocimientos especializados.
Indecisión, el hábito de «pasar la pelota» en todas las ocasiones, en lugar de abordar los temas de frente. (Apoyada también por numerosas justificaciones.)
Hábito de apoyarse en justificaciones, en vez de crear planes definidos para la solución de los problemas.
Autosatisfacción. Hay muy poco remedio para esta aflicción, y ninguna esperanza para aquellos que la sufren.
Indiferencia, habitualmente reflejada en predisposición al compromiso en todas las ocasiones, antes que afrontar la oposición y luchar contra ella.
Hábito de achacar a otros los errores propios, y de aceptar las circunstancias desfavorables como algo inevitable.
Debilidad de deseo, a causa de la negligencia en la elección de los motivos que impelen la acción.
Predisposición, e incluso avidez, por abandonar la lucha a la primera señal de derrota.
Falta de planes organizados, expuestos por escrito de forma que puedan ser analizados.
Hábito de descuidar el moverse por ideas, o de aprovechar la oportunidad cuando se presenta.
Desear en lugar de querer.
Hábito de alcanzar un compromiso con la pobreza, en lugar de aspirar a la riqueza. Ausencia general de ser, de hacer, de poseer.
Buscar todos los atajos hacia la riqueza, tratando de conseguir sin estar dispuesto a dar un equivalente justo, lo que suele verse reflejado en el hábito del juego, y la tendencia a buscar buenas gangas.
Temor a la crítica, y fracaso a la hora de crear planes y ponerlos en práctica a consecuencia de lo que otros piensen, hagan o digan. Este enemigo debería estar al principio de la lista, porque, por lo general, existe en la mente subconsciente, donde su presencia no suele ser reconocida.
La gente se niega a correr riesgos en los negocios porque temen a la crítica que se le haría si fracasaran. En tales casos, el temor a la crítica es mucho más fuerte que el deseo de alcanzar el éxito.
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